Desde hace tiempo, cada año acudimos a elevaciones de globos en diferentes partes de México, nos encanta convivir con nuestros clientes, amigos y artesanos. El ingenio y creatividad de cada participante no permiten acostumbrarse a estos espectáculos, en cada edición demuestran mayor capacidad y maestría al diseñar, cortar papel, pegarlo, agregando elementos cada vez más diversos. Pero además de todo, hacerlos volar, eso también tiene su chiste. Aprenden a observar el clima, a calcular el aire, a predecir las lluvias y a esquivar globos incendiados o chispas de pirotecnia.
Si, pirotecnia! Ya es parte de varios trabajos, combinando artes distintas que podrían ser enemigas. El papel, todos lo sabemos, es altamente flamable y frágil, pero eso no impide que veamos globos elevarse con velas, con luces y con exquisitos destellos pirotécnicos minuciosamente colocados para no autodestruirse; para no incendiar el globo que los va paseando por el cielo.
Empieza una esfera luminosa bailando al ritmo de los vientos, probando si el clima es adecuado para comenzar la fiesta aérea, algunos artesanos se empiezan a arrimar sus herramientas, el cielo ya está obscuro, los ánimos ya encendidos y las mechas preparadas. Se hacen los equipos, se necesitan varios para elevar un gran globo, los que lo estiran, los que amarran las mechas, parchan o afinan detalles, los que encienden la flama, esa que llenará de aire caliente esa gran pieza de arte y la hará volar.
Uno tras otro van emprendiendo el vuelo, dando giros y piruetas si el viento golpea, soltando letreros, chispas y luces, dando espectáculo hermoso a los cercanos y a los lejanos. Poco a poco se llena de luces el cielo, se enciende la emoción, llega la satisfacción de haber logrado poner en lo alto una ilusión.
Hay abrazos, hay tragos, convivencia y hermandad. También consuelo a los que no lo lograron, seguro el próximo volará.